¿SENTIMOS APEGO DEBIDO AL MIEDO?
¿SENTIMOS APEGO DEBIDO AL MIEDO?

¿SENTIMOS APEGO DEBIDO AL MIEDO?

Quizás el origen de todo apego viene desde el miedo, ya que este hace que el apego crezca y se alimente dentro de nosotros.

Esa necesidad desmesurada y hasta casi enfermiza de aferrarte a algo o a alguien, eso es el apego. Junto con eso nuestro propio pensamiento de creencia limitante en el que creemos que sin eso o esa persona no podría ser feliz.
Las personas más iluminadas entienden el apego como algo creado exclusivamente desde nuestra mente, eso que creemos quierer para satisfacer nuestra propia felicidad (ficticia).
El error en el cual no educan en nuestra era, es hacernos creer que nuestra felicidad depende de algo exterior a nosotros, esto nos hace ver la base de la felicidad como algo inconsistente, algo perecedero y, por tanto efímero.

 

Hemos escuchado infinidad de veces que la felicidad no existe o que es muy poco duradera, que la felicidad son momentos… y esta afirmación proviene de la idea que la felicidad nos la dan los demás y algunas cosas materiales, somos felices en la medida en que tenemos a alguien o a algo. Si nos falta volveremos a ser infelices. Cuando este objeto nos aburre quiereremos nuevos objetos, creados por el anhelo, para seguir siendo felices. No puedo ser feliz si no tengo. No puedo ser yo si no tengo. Identifico mi yo con mis posesiones.

Sin embargo, la verdadera felicidad no puede depender de algo externo a mí. La felicidad la genero desde mi interior, aprendiendo a estar en paz conmigo mismo, sintiéndome en armonía con lo que me rodea.

El otro error que se genera en la definición del apego es que quieremos algo para sentirnos seguros. El apego me da seguridad porque me aferro a lo conocido, a lo que poseo y esta es la visión de muchísimas personas que basan su vida en no moverse de su ámbito conocido, en acaparar objetos y amistades, amor, respeto de los demás. Que le valoren le hacen ser más él.

El ego nos dice que si no somos reconocidos por los demás no somos nadie y el humano evolucionado sabe que en la nada es donde se encuentra el verdadero yo, puesto que venimos de ella y a ella regresamos. El ser un don nadie, el ser transparente, allí es donde se encuentra el ser observador creador.

El apego consigue que tenga miedo al cambio, a la evolución, con lo que paraliza el crecimiento personal, se convierte en un gran enemigo de cualquier cambio que pretendas introducir en tu vida.

 

El anhelo de seguridad es un miedo atávico, creado por nuestros antepasados, y generado por miedo a lo desconocido. Carl Sagan explica algunos de esos miedos como a la oscuridad o la altura diciendo que los hombres primitivos temían a la oscuridad porque de noche salían los animales predadores, que se los comían. Entonces se subían a los árboles para dormir y temían caerse desde las copas porque en el suelo eran comidos.

 

En psicología se trata el apego como una necesidad que surge desde el nacimiento por aquellas personas que nos hacen sentir seguros.

El miedo más grande, me parece, es el de no ser amado. Se trata, en su origen, de un asunto de vida o mas allá, y así es como puede quedar en nuestra fantasía inconsciente. ¿Cómo surge este miedo? Un bebé, cuando nace, quiere ser amado. Depende por completo de sus padres. El tener su amor es un asunto de vida o mas allá, porque si no lo tuviera literalmente, irseía. De modo que cualquier amenaza de no tener ese amor le provoca un miedo profundo. El niño quiere ser amado, de modo que decide que tiene que hacer algo para lograr ese amor. Desde esa corta edad llega a la creencia equivocada de que el amor hay que merecerlo y de que es requerido portarse bien, ser niño bueno para obtener la atención y la aprobación de los padres. Este es el campo propicio para que se desarrollen los apegos no sanos.

 

Es requerido que los niños estén apegados a sus padres, es parte de su proceso de crecimiento. Un apego no sano, por el contrario, es el de una persona adulta que ha sido incapaz de desarrollar plenamente su individuación y crea dependencias emocionales respecto a otras personas, objetos o circunstancias.

 

En un proceso normal, o más bien, ideal de crecimiento, el bebé nace, y lee en la mirada de los padres que es bienvenido, que su presencia en el mundo les provoca una gran dicha, que lo consideran un regalo, un don del cielo. El bebé se siente seguro. El mundo es buen lugar para vivir. Él es una persona adecuada, tiene derecho a estar aquí. Si el bebé entra, tal vez en brazos de su madre, en una habitación donde se encuentran familiares y amigos, la habitación se ilumina, hay sonrisas, alguien se levanta y acaricia al bebé, le hace gracias… ¿Qué hizo el bebé para lograr esto, para merecer estas muestras de alegría y cariño? Nada, sencillamente existir. Para cuando el niño cumple dos años está tan seguro de que es amado y de que el mundo es un lugar seguro para vivir, que puede arriesgarse a ser cada vez más autónomo. Puede pararse frente a un hombre cinco veces más grande que él, y de quien depende para vivir, y con todo, decirle: «¡no quiero!», puede hacer un berrinche fenomenal y sabe que los padres siguen ahí, con su amor inalterable. A los cinco años puede explorar y experimentar, sus padres son respetuosos de su creciente ejercicio de la libertad, y el niño se siente seguro y protegido por los límites que ellos le marcan. En la edad escolar el niño descubre, día con día, sus capacidades y talentos, desarrolla su responsabilidad y continúa en su camino hacia la independencia. Sabe que sus padres se alegrarán con él por sus logros, y que lo apoyarán a superar sus fracasos, pero que el amor y la aprobación de sus padres no depende de sus calificaciones, de sus logros, ni de su conducta en general. En la etapa de la adolescencia el chico debe cuestionar las ideas, los valores y las normas de sus padres para luego formar sus propias ideas, valores y normas. Si hasta este momento ha sido guiado, respetado y amado, este momento crítico en la vida de todo ser humano será superado con éxito, con un mínimo de malestar en la familia. Para cuando esta persona llega a la edad adulta, es un ser humano independiente, libre, seguro de sí mismo, con un firme amor por sí mismo y capaz de amar en forma auténtica y sin apego. Ya no quiere apegarse a sus padres, ni a ninguna otra persona. No depende de la aprobación, de la atención o de la presencia de otras personas para ser feliz.

 

Namasté.