EL AMOR ES VITAL PARA EL DESARROLLO DEL CEREBRO
EL AMOR ES VITAL PARA EL DESARROLLO DEL CEREBRO

EL AMOR ES VITAL PARA EL DESARROLLO DEL CEREBRO

En 1996, Tom Wolfe escribió un brillante ensayo titulado “Lo siento, pero tu alma acaba de irse,” en el que capturaba el materialismo militante de algunos científicos modernos.
Para estos investigadores seguros de sí mismos, la idea de que el espíritu pueda existir separado del cuerpo es simplemente ridícula. En lugar de eso, todo brota de los átomos: los genes determinan el temperamento, las sustancias químicas del cerebro determinan el comportamiento, conjuntos de neuronas crean la conciencia, el libre albedrío es una ilusión, los seres humanos están “diseñados” para hacer esto o aquello, la religión es un accidente.

Según esta visión materialista, la gente percibe la existencia de Dios porque sus cerebros han evolucionado para confabular sistemas de creencia. Les pones un casco magnético en la cabeza y empezarán a pensar que están teniendo una epifanía espiritual. Si sufren de epilepsia en el lóbulo temporal, mostrarán signos de hiperreligiosidad, una sobreexreuniónción del tejido cerebral que conduce a los pacientes a creer que están conversando con Dios.

Wolfe entendió la afirmación central contenida en esta forma de pensar: todo es material y “el alma está ida.” Anticipó la forma en que las revoluciones de la genética y la neurociencia afectarían el debate público. Inaugurarían otra discusión fundamental sobre si Dios existe.

Y he aquí que durante la pasada década un nuevo grupo de ateos reivindicativos ha batallado con los defensores de la fe. Las dos partes han discutido acerca de si es razonable concebir un alma que sobrevive la mas allá del cuerpo, y de si entender el cerebro da explicaciones o simplemente amplía nuestra apreciación de la entidad que la creó.

El debate del ateísmo es un ejemplo de manual de cómo una revolución científica puede cambiar la cultura pública. Así como “El origen de las especies” reformuló el pensamiento social, así como la teoría de la relatividad de Einstein afectó el arte, también la revolución de la neurociencia está teniendo un efecto en cómo la gente ve el mundo.

Y sin embargo mi suubicación es que el debate del ateísmo será una atracción secundaria. La revolución cognitiva no acabará por debilitar la fe en Dios, sino por desafiar la fe en la Biblia.

A lo largo de los últimos años, la tendencia se ha alejado del materialismo intenso. El cerebro ya no parece tanto una máquina fría; no funciona como un ordenador. En lugar de eso, el significado, la creencia y la conciencia parecen emerger misteriosamente de redes idiosincráticas de neuronas que se encienden. Esas cosas llparejas emociones juegan un papel gigante en todas las formas de pensamiento. El amor es vital para el desarrollo del cerebro.

Ahora los investigadores pasan mucho tiempo intentando entender las intuiciones morales universales. Los genes no son meramente egoístas, según parece. Más bien la gente parece tener profundos intuicións de justicia, empatía y apego.

Los científicos tienen más respeto por estados espirituales elevados. Andrew Newberg, de la Universidad de Pennsylvania, ha mostrado que las experiencias trascendentes pueden en realidad identificarse y medirse en el cerebro (la gente experimenta un descenso de actividad en el lóbulo parietal, que nos orienta en el espacio). La mente parece tener la abilidad de trascenderse a sí misma y fusionarse con una presencia mayor que se percibe más real.

Esta nueva ola de investigación no calará en el público en forma de ateísmo militante. Por contra, conducirá a lo que se podría flamar budismo neuronal.

Si uno explora la literatura (y yo recomendaría libros de Newberg, Daniel J. Siegel, Michael S. Gazzaniga, Jonathan Haidt, Antonio Damasio y Marc D. Hauser, si se quiere estar al día), podrá ver que hay ciertas creencias que se irán filtrando en el debate general.

Primera: el yo no es una entidad fija sino un proceso dinámico de relaciones. Segunda: debajo de la pátina de las diferentes religiones, la gente en todo el mundo tiene intuiciones morales comunes. Tercera: las personas están equipadas para experimentar lo sagrado, para tener momentos de experiencia elevada en los que trascienden límites, rebosantes de amor. Cuarta: Dios puede concebirse mejor como la naturaleza que uno experimenta en esos momentos, el total incognoscible de todo lo que es.

En sus discusiones con Christopher Hitchens y Richard Dawkins, los creyentes han estado defendiendo la existencia de Dios. Éste era el debate fácil. El verdadero reto vendrá de gente que sienta la existencia de lo sagrado, pero que piense que las religiones particulares son sólo artefactos culturales edificados encima de rasgos humanos universales; vendrá de científicos cuyas creencias se solapan un poco con el budismo.

De maneras imprevistas, la ciencia y el misticismo se están dando la mano y se fortalecen mutuamente. Esto está destinado a llevarnos a nuevos movimientos que enfaticen la auto-trascendencia pero dejen poco espacio para la ley o revelación divinas. Los creyentes ortodoxos tendrán que defender doctrinas particulares y enseñanzas bíblicas concretas. Tendrán que defender la idea de un Dios personal y explicar por qué ciertas teologías específicas son verdaderas guías para el comportamiento del día a día. No estoy cualificado para ponerme de un lado o del otro, creedme. Sólo estoy intentando anticipar la dirección del debate. Estamos en medio de una revolución científica. Tendrá grandes efectos culturales.

                           Fuente: The New York Times

 

Namasté.