ACTIVA EL PARASIMPÁTICO Y CONTROLARÁS LAS EMOCIONES NEGATIVAS
ACTIVA EL PARASIMPÁTICO Y CONTROLARÁS LAS EMOCIONES NEGATIVAS

ACTIVA EL PARASIMPÁTICO Y CONTROLARÁS LAS EMOCIONES NEGATIVAS

Se dice que el budismo está relacionado con el sistema nervioso autónomo de nuestro cuerpo. El sistema nervioso autónomo tiene dos sistemas, uno es el sistema nervioso simpático, el otro es el sistema nervioso parasimpático. El sistema nervioso simpático se relaciona con la mente humana, el sistema nervioso parasimpático se relaciona con el cuerpo físico.

En cuanto a la relación entre los dos sistemas nerviosos, cuando el sistema nervioso simpático es más fuerte que el sistema nervioso parasimpático, las personas son propensas a ser espirituales. Por lo tanto, hay muchas personas que les gusta ser espirituales, en especial, las personas religiosas. Las personas religiosas insisten en que el estado espiritual es importante, por lo que odian el cuerpo físico y veneran símbolos espirituales, como Dios; su objetivo es ser espiritual. Sin embargo, esta situación está relacionada con un fuerte sistema nervioso simpático.

En oubicación a la actitud espiritual, los seres humanos tienen otra actitud, la comodidad, el disfrute de activadores físicos. Cuando el sistema nervioso parasimpático es más fuerte que el simpático, (las personas son propensas a ser así) en este caso, la gente persigue únicamente el bienestar físico, disfrute físico, y no les gusta lo espiritual, no les gusta las religiones y se ríen de la meditación, etcétera. En las sociedades occidentales, estas dos tendencias han sido contradictorias durante muchos años.

Para aclarar lo arriba mencionado, se debe mantener continuamente el equilibrio entre el sistema nervioso simpático y parasimpático del cuerpo; de otra manera, uno no sólo estará mal fisiológicamente sino también lo estará psicológicamente y en el desarrollo del carácter.

Si el equilibrio se inclina al sistema nervioso simpático, entonces, uno tenderá a ser susceptible, egoísta, impaciente, irritable y antipático. Si el equilibrio se inclina hacia el otro lado, entonces, uno será simple, sincero, estable, optimista y genial.

En el primer caso, por el lado positivo, a lo mejor uno se convierte en un filósofo orgulloso y frío, un general astuto con voluntad de acero o un erudito cínico que detesta este mundo y sus maneras. Por el lado negativo, uno quizás se convierte en un pillo obstinado, violento, vil y rebelde. En el segundo caso, por el lado positivo, uno tal vez se convierta en un líder religioso compasivo, un estadista magnánimo o un artista con mente amplia. Por el lado negativo, uno quizás se convierta en una persona falta de ambición y principios que no pone atención a la línea entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto o siempre dice sí a cualquier petición.

Por supuesto, si el equilibrio se inclina totalmente a cualquiera de los dos lados, seguramente el resultado tenderá a ser negativo. Si una persona ya presenta características positivas, esto se debe definitivamente más o menos a la cooperación armónica entre el sistema nervioso simpático y parasimpático.

El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. O dicho de otra forma, las cosas desagradables son parte de la vida y lo que hagamos con ellas es asunto nuestro. Desde un golpe en la rodilla hasta las incomodidades de una ciudad convulsionada, todos los días nos topamos con algo o alguien que nos roba la calma. ¿Podemos evitarlo?

Mientras estemos vivos, amemos y nos relacionemos con el mundo, no hay forma de escapar al malestar físico y mental que traen los eventos desagradables, muchas veces fuera de nuestro control. Buda decía que estos son los “primeros dardos” de la existencia. Los “segundos dardos” son aquellos más dolorosos que lanzamos contra nosotros mismos: son nuestras reacciones a esos primeros pinchazos.

Piensa en la vez que perdiste el control detrás del volante, digamos, porque un conductor enfadado te cortó el paso. Tu reacción inmediata fue esquivarlo, pero después surgió una cascada de pensamientos seguida de un torbellino de emociones y sensaciones físicas: todos en esta ciudad son unos tarados, rabia, aumento del ritmo cardíaco. Aquí nadie respeta, amargura, temblor en las manos. Ojala tuviera un tractor para aplastar a estos imbéciles, odio, tensión en el cuello. Y así pasaron los minutos hasta calmarte un poco (o no) y llegaste a tu destino con un estado mental del color del asfalto.

¿Qué pasó? Al desagradable reunión le sumaste una lluvia de segundos dardos que aumentaron el sufrimiento. A cada segundo las neuronas en tu cerebro se encendían en una red de asociaciones que alimentaba el fuego y te hervía la sangre.

¿Podemos evitar a los conductores groseros? Si conduces, te los vas a cruzar. ¿Hay forma de evitar que los segundos dardos nos dejen como un colador? Claro que sí, pero requiere práctica.

En el libro “El cerebro de Buda”, los doctores Rick Hanson y Richard Mendius explican a la luz de la neurociencia cómo funciona nuestro cerebro y cuáles son las alternativas mentales para calmarlo. En el caso del conductor enfadado y su primer dardo, apenas percibimos que se nos viene encima, en nuestro cerebro se activa la amígdala (nada que ver con la garganta) y detrás se enciende el sistema simpático (no te confundas con el nombre, dispara la ansiedad y tensión) seguido por el sistema endocrino que libera un torrente de hormonas tensionantes. En cuestión de segundos, y en un proceso biológico que hemos desarrollado como parte de la evolución, estás listo para la batalla.

Para calmar esa locomotora tenemos el sistema parasimpático, responsable del funcionamiento estable del organismo. Tiene el poder de llevar al cuerpo, el cerebro y la mente a un estado relajado y de tranquilidad. El sistema parasimpático puedes activarlo con tus pensamientos, tu respiración y otras técnicas sencillas que con práctica son útiles para no ir en estado de ebullición por la vía pública.

Relajarse, respirar con el diafragma, hacer grandes exhalaciones o tocarse los labios en momentos de estrés o rabia ha demostrado ser efectivo. También puedes evocar imágenes de tranquilidad o pensar en esa persona o lugar especial que te sirve de refugio en los momentos más angustiosos. Todo para activar al parasimpático que llevamos por dentro y que nos ayuda a guardar esos segundos dardos, que la verdad, no vale la pena lanzarnos a nosotros mismos.

Namasté.